Me gusta la técnica del blanco, el negro y el gris perfecto, que da a la foto la tonalidad adecuada. No digo yo que el laboratorio informátcio sea tan mágico como lo era el tradicional, en el que a la luz de una tenue lámpara roja, iban surgiendo las imágenes, un misterio químico que siempre me asombró. Ahora la magia de la fotografía es otra cosa. Cuando, por ejemplo, haces un retrato te dicen, como lo más normal del mundo, "pero, ya sabes... me quitas de aquí y me pones de allí". O sea, que hoy estaba yo asombrada pero de otro modo. Nos enseñaba Miguel Ángel cómo poner una sonrisa donde no la hay, desinflar un michelín de la cadera, inflar y recomponer convenientemente unos pechos, poner un brillo especial en la mirada y dejar una ideal piel de melocotón. Lo que pasa es que, al final, la foto tiene poco que ver con el original y yo, como periodista, he preguntado ¿pero... y el respeto a la realidad? Me responde Miguel Ángel: "si fueras un hombre, ya te diría yo