La Ribera (Murcia)
Esta es una historia que se desarrolla durante los años setenta y ochenta en una pequeña población pesquera, Santiago de la Ribera (Murcia). Las playas estaban abarrotadas, igual que ahora, pero las cosas eran distintas.
Por ejemplo, los toldos. Bajo licencia municipal, cada uno ponía los palos, que se quedaban durante todo el verano, mientras que la lona la quitaban y ponían cada día. Eran instalaciones privadas para dar sombra a familiares y amigos. (Más de una vez debieron caer sobre la cabeza de alguien, porque hay una frase popular según la cual, cuando algo sale mal, se suele decir: "se me cayeron encima los palos del sombraje").
Las distracciones eran sencillas. No había más que poner un jamón al final de un palo embadurnado con grasa, y se lo quedaba el que fuera capaz de llegar a él. Obviamente, los resbalones eran abundantes y esto suponía una gran diversión para todos.
La línea del horizonte era igualmente sencilla, bellas casas de una planta, entre las que pronto fueron prosperando altos edificios, pero no demasiados.
La relajación era total en todos los sentidos, incluidas las normas. Cuando brotaba un cartel que prohibía aparcar, se solía pensar: ¡anda, mira que gracia, quién habrá puesto ahí eso! Por otro lado, los coches eran geniales, carecían de capacidad para rebasar el límite de velocidad establecido, así que, por este lado, tampoco había estrés.
Una de las fiestas más originales del pueblo consistía y consiste en pasear por el mar la imagen de la Virgen del Carmen durante su festividad, el 16 de julio, acompañada de numerosas embarcaciones.
Como se realiza temprano, quizá lo que más se agradecía es que para esta fiesta no se producía ningún tumulto.
Entre las diversiones sencillas, había una diminuta feria con las atracciones justas, y añadiría que sin los peligros que entrañan las estructuras modernas.
Y mira, termino el relato con algo que parece que no tiene mucho que ver con esta pequeña población pesquera. Se trata de una muestra lunar. Viene al caso porque el ser humano puso el pie en la luna un 16 de julio de 1969, y quienes veraneábamos en La Ribera por aquel entonces, vimos el acontecimiento, cómo no, en un televisor desde aquel apacible lugar. No es poco.
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