Momentazos





Acabo de acordarme del cine de verano, casi se lo traga una inmobiliaria para hacer un centro comercial (qué manía con joderlo todo). Por suerte, lo puso a salvo la crisis y todavía pueden verse películas bajo las estrellas.

 

Por mi parte, me monto mi propio cine de verano en el balcón, es una bonita costumbre. Te sientas cómodamente a tomar el fresco, preparas una cena ligera y te dejas llevar por la brisa nocturna, mientras Tati baila con la más guapa en ‘Las vacaciones del Señor Hulot’.

 

Precisamente, es una magnífica película sobre los veraneos de los años cincuenta, refleja muy bien cómo se vivían las vacaciones estivales, a las que Tati aporta su visión amable y humorística de la vida.

 

Como exclamó una vez una amiga estadounidense ¡cómo las cosas cambian! (sí, sí, Word, subraya en verde que ya sé que el giro es gramaticalmente incorrecto, quizá por eso tiene mayor fuerza expresiva).

 

No obstante, en mi recuerdo siempre permanecerá el tremendo rosal de Mariano, el dueño de la sala, asomando por la parte superior de cada película, las estrellas fugaces,  y la megafonía anunciando en el intermedio que se había encontrado un pendiente del lado del roce, cuya propietaria podía pasar a recuperarlo.

 

Como la experiencia me ha demostrado que las pequeñas cosas crean grandes momentos, cada verano, puntualmente, aún cuando no pueda estar en la playa ni permitirme el placer de ir al cine, saco los trastos al balcón, pongo una gran planta tras la pantalla y veo mis ‘pelis’ favoritas. ¡Momentazos! 

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